Tema siempre de actualidad y más cuando, lamentablemente,
tenemos que sufrir noticias recientes donde salimos muy arriba en la lista de
consumo de productos falsificados. No hay clase o conferencia sobre el lujo
donde no me surja este tema. Y es una guerra que la industria lleva librando
desde hace muchos años. La tela monogram de LV nace para luchar contra los
baúles falsificados que ya se hacían a finales del S. XIX.
Antes de nada matizar que una falsificación no es una copia
o una inspiración. Detrás de las falsificaciones hay delitos y violaciones de
los derechos humanos, espero que nadie piense que en los lugares donde se
fabrican estas falsificaciones se respetan las condiciones laborales, se pagan
salarios dignos o se evita la mano de obra infantil. Y si luego continuamos a
lo largo de su cadena de valor, cuando se aprehenden grandes alijos de
productos falsificados se suelen encontrar también drogas o moneda falsa.
Tenemos que madurar y ver que detrás de la persona que vende las
falsificaciones en la calle, aunque sintamos pena por él, se esconden mafias
que se lucran. También nos tenemos que acordar de que, a corto plazo, a quien las
falsificaciones hacen más daño es al pequeño comercio, es con quien se compite
por precio y no con las grandes marcas falsificadas.
Y por supuesto, las marcas de lujo no deben luchar contra
las falsificaciones solo por la anterior importante motivación trascendente.
También tienen que hacerlo porque afecta a dos de sus más importantes
patrimonios intangibles: la satisfacción de los clientes y la imagen de marca.
Ambos se ven afectados por la existencia de las falsificaciones.
Cosa distinta es la copia, entendida como inspiración en las
creaciones de otros. Aquí es donde habría que poner en contexto las palabras de
Coco Chanel donde decía que no le importaba ser copiada. Creo que esta
afirmación se malinterpreta si lo que concluimos es que no le importaba que sus
productos fuesen falsificados. No es lo mismo que te copien a que te
falsifiquen. Para quien quiera profundizar en este tema os dejo el link de un
magnifico artículo de mi compañera de blog Inmaculada Urrea. http://www.sofocomedia.com/es/blog/2013/september/de-prada-a-zara/
Todos los grandes creadores han sido, si no copiados, al
menos imitados o han servido de inspiración a otros. Esto es algo natural en
cualquier corriente artística que puede ayudar a su divulgación. Donde está el
límite? En inspirarse sin llegar a clonar un diseño de otro.
Y quién consume productos falsificados?
Según Berthon el lujo tiene tres dimensiones de valor:
-La funcional, sus atributos físicos como la calidad o prestaciones de
los productos;
-La emocional, lo que la marca y el producto supone para uno mismo, las
que experiencias intimas que me proporciona;
-La social, lo que la marca supone para los demás, para que otros me
vean. Tal y como contaba Veblen cuando describía el consumo ostentoso. Dejo a
mis lectores que saquen sus propias conclusiones.
Cuáles pueden ser las soluciones a este problema: por un
lado el contar con un ordenamiento jurídico que defienda de forma efectiva la
creación de los artistas. Y por otro, una labor de sensibilización social que
nos adentre en la importancia de cuidar nuestra artesanía y talento creativo.
Cuando no hay cultura y sensibilidad social se consumen más falsificaciones.